lunes, 31 de enero de 2011

Algo más inesperado que la muerte

Me acunaste de niña en tus brazos, amorosamente me limpiaste las lágrimas y los miles de rasguños que me hacía, me llevé algún cachete y miles de besos y abrazos. Eras menuda, pero aún así tu corazón era grande, más que grande , enorme.
De mayor compartimos sonrisas y lágrimas, consejos y otros menesteres, eramos un gran familia, sin limites ni fronteras. A pesar de tu corta estatura, fuiste una mujer muy fuerte, desde muy joven aquejada de muchas dolencias, nunca te quejaste delante de nosotros, todo era bonito, el mundo era de colores vivos, aunque el dolor estuviera minandote por dentro.
Nunca he comprendido de donde sacabas tanta fortaleza, para estar siempre donde se suponía que tenías que estar. Fueron pasando los años y a los dolores físicos se le unieron los espirituales, las perdidas de seres queridos te iban dejando cada día más sola, y al mismo tiempo más acompañada. Primero fue tu marido quien decidió dejarnos, más tarde tus amigas, el último y más terrible golpe tu hija...
Desde ese día no volviste a pisar la calle, tan gran pérdida te dejó sin fuerza, pero tus bisnietos te ayudaban a vivir, a tener una ilusión dentro de tanta amargura. Ultimamente llorabas mucho, ya no eras capaz de fingir... y es que que difícil es vivir cuando la edad te vence y los achaques se multiplican.
Un día empezaste a hacer cosas muy raras, y nos extrañó a todos, las piernas dejaron de sostenerte y el miedo a una caída te obsesionaba, la debilidad ganaba terreno, y tu sabías que si te acostabas nunca más te levantarias de la cama. ¿Cómo se puede tener tanta clarividencia?. Al día siguiente dejaste de comer y de beber, nos quedamos a tu lado, día y noche, como tu siempre querías, estar acompañada en tus últimos momentos.
Ha sido duro verte sufrir de este modo, las horas y los minutos se eternizaban, y el tiempo que no estábamos junto a tu cabecera sufriamos. Sin embargo, para morir necesitabas intimidad, y has aguardado el único momento en que te hemos dejado sola con tu hija. Hoy a las 14,45 tu corazón ha rendido sus armas, sabías que en breve volveríamos a estar a tu lado.
No puedo decir que haya sentido tristeza cuando he sabido que nos habías dejado, más bien alivio, porque habías dejado de sufrir. Sin embargo, las horas pasan, y ese alivio se va convirtiendo en dolor, porque no te veré nunca más sentada en tu mecedora, no sentiré tus besos, ni veré tus ojos de agradecimiento ante las muestras de cariño que te dispensábamos. Si hay algo más inesperado que la muerte, es esa sensación de vacío que deja...
En la tierra hay una persona menos, y en el cielo brilla una nueva estrella, y ya son muchas las que me alumbran y me cuidan desde allí. Tus bisnietos te echan ya de menos, estos días no hemos dejado que te vieran y ahora dirigen al cielo sus ojos para ver brillar la estrella mas grande y bonita del mundo.